Cuando Hacha de Hierro ingresó a la otrora orgullosa ciudad de Valencia, se sorprendió por la devastación que había producido la nueva arma, pero no dejó que esta emoción se mostrara en su rostro.
A pesar de que había participado en muchos ejercicios con el mortero, presenciar estas armas en una batalla en vivo fue una experiencia completamente diferente.
Era incomprensible cómo este dispositivo móvil, que puede ser llevado fácilmente por un grupo de cinco personas, podría causar tales estragos incluso con un número limitado de rondas.
Sabía que la velocidad de disparo del mortero era mucho más rápida que la artillería de campo anterior, y sabía que podían causar una destrucción a gran escala si decenas de ellos disparaban a la vez. Pero parecía que había subestimado mucho esta nueva arma ahora que lo había presenciado en acción.