Cuando se le entregó el último informe de estadísticas, el director del Ayuntamiento finalmente dejó escapar un suspiro y agitó la mano hacia su subordinado.
—Te puedes ir ahora.
—Sí mi señor.
Este último se inclinó respetuosamente y cerró la puerta de la oficina al salir.
La única persona que quedó en la habitación fue Barov.
Abrió el cajón y sacó más de una docena de formularios del interior, los aplastó sobre la mesa y apiló cuidadosamente el más nuevo en la parte superior.
Como resultado de esta reciente adición, todos los suministros necesarios para la expedición de Su Majestad ahora estaban completamente preparados.
Barov frotó suavemente el papel, como si estuviera acariciando la piel suave y tersa de una chica. Las filas de números parecían una clave compleja para la gente común, pero en su opinión, eso era una maravillosa partitura musical.