Cuando Guelz Burnflame se acercó a la sala de entrenamiento, pudo escuchar un ruido sordo desde su interior. Parecía haber una actividad bastante intensa, como si un instrumento pesado y romo golpeara repetidamente contra una bolsa de arena.
—¡Jefe!
El guardia de la puerta bajó la cabeza y se inclinó.
—¿Está ahí Lorgar, practicando adentro? —Guelz señaló hacia la puerta entreabierta.
—Sí, ella vino aquí temprano en la mañana y dijo que no la molestara.
—Le echaré un vistazo.
—Pero Jefe...
—¿Qué? —Lanzó una mirada al guardia.
—Nada, puede entrar —el guardia se estremeció ligeramente.
—Parece que mi hija se está volviendo cada vez más digna —Guelz no se sintió en absoluto disgustado por la obstrucción del guardia y en cambio levantó las cejas con interés. De la forma en que iban las cosas, el clan Fuego Furioso tendría un nuevo sucesor cuando ya no pueda subir al Escenario Ardiente.