Las siguientes tazas de bebidas fueron realmente reveladoras para Roland.
Algunos sabían a café, un poco amargo pero con una intensa fragancia exótica. Algunos sabían a sopa, deliciosos y teniendo la función de calentar el estómago. Hubo una única bebida que no pudo encontrar el sabor correspondiente en su memoria. Si tuviera que nombrarla, Vino Dragón de Fuego podría ser lo más apropiado.
Este vino no estaba hecho de pitahaya, sino de algo parecido a la imaginaria llama del dragón. El impacto abrasador del primer sorbo fue como la lava que brotaba de la boca, y luego siguió una bocanada de un aroma quemado como si la lengua estuviera asada. Finalmente llegó el ligero sabor de las suculentas frutas, mezclado con el ligero sabor del vino.
Cuanto más tiempo se mantuviera en la boca, más tiempo permanecería el retrogusto. Absolutamente sería la mejor bebida del invierno.
