A medida que el hierro líquido giraba una y otra vez en el convertidor, el silicio y el manganeso se oxidaban primero, después de lo cual era el turno del carbono en el arrabio.
A una temperatura de casi 1.500 grados, el carbono reaccionó con el oxígeno del aire, produciendo monóxido de carbono y una gran cantidad de calor que hizo hervir el líquido en los Hornos. Las llamas que brotaban de la boca de Hornos casi envolvían el tubo soplado y la rejilla. Esa fue la razón por la que Roland los hizo revestidos con revestimiento de resistencia al calor.