Después de aferrarse el uno al otro durante mucho tiempo, Roland acarició la cara de Anna.
—Te... has vuelto más delgada —dijo en tono suave.
A pesar de que había lágrimas en sus ojos, los ojos de Anna eran tan puros como el agua del lago. Roland podía ver claramente su sombra en sus ojos azules. Pero Anna parecía mucho más delgada. A través de su ropa, Roland podía sentir su columna vertebral ligeramente levantada y ver sus prominentes clavículas. Su cara no era tan suave como antes.
—Lo siento mucho por dejar que te preocupes por mí—al oler la fragancia de Anna, Roland volvió a sentirse tranquilo en su corazón. Era solo un abrir y cerrar de ojos, pero se sentían como si se hubieran encontrado después de algunos siglos de diferencia.
Anna sacudió la cabeza y se secó las lágrimas con el cuello.
—Estoy bien, ya que te despertaste.