Cacusim llegó al muelle cuando los primeros rayos de sol empezaron a asomarse a través de las nubes.
A diferencia de lo habitual, el muelle estaba repleto de soldados silenciosos. Se mantuvieron erguidos, con sus sacos y cañones de cañón largo en la espalda, como un bosque espeso en una tormenta. Aunque el muelle estaba lleno, todos se movían de manera organizada. Al ver a los soldados abordar el barco a vapor uno por uno, Cacusim se llenó de una indescriptible sensación de poder y fuerza.
Tragó saliva mientras pensaba.
Estos son los soldados entrenados por su alteza.