Sin el efecto de la luz de las velas ni el fuego crepitante, el calentador hizo que la habitación fuera tan cálida y agradable que uno no sentía frío, incluso al usar ropa delgada. La piedra de la luz en la mesita de la cama iluminó la habitación: la luz amarilla estable y suave brillaba en la sábana y la alfombra, produciendo una maravillosa escena nostálgica.
Roland se sentía como si estuviera en un sueño, sentado junto a la cama y escuchando los ocasionales y ligeros chirridos de los caliductos. Era como si no estuviera en una monarquía atrasada ni en una sociedad moderna llena de productos electrónicos, sino en algún lugar entre ambas... su infancia.
Sus recuerdos de la infancia se parecían mucho a la escena que tenía delante: todo estaba cubierto de un tenue tono amarillo, ya fuera una bombilla, una película o una foto revelada.
La única diferencia era que Anna no estaba en su recuerdo de la infancia.