Nana bostezó ruidosamente mientras se levantaba de la cama.
Ella miró la blancura fuera de la ventana. Aún no podía ver nada más que nieve.
De mala gana, salió de la cálida cama y se puso su grueso abrigo de invierno. Mientras salía de la habitación, vio a la tía Alda ordenar la sala de estar.
—Buenos días —murmuró ella.
—Ah, pequeña princesa, estás despierta —Alda le sonrió. —¿Quieres desayunar? Está todo listo.
—Sí. —Nana se sentó junto a la mesa del comedor y recorrió con los ojos la habitación, pero no vio a su padre. —¿Donde está papi?
—Lord Pine salió temprano en la mañana —respondió Alda desde la cocina. —Llevaba su escopeta de plata.
Nana curvó sus labios hacia arriba.