Ruiseñor sintió que su corazón se estremecía inesperadamente cuando Roland fue golpeado.
El ruido circundante se desvaneció repentinamente y ella desesperadamente quería ayudarlo a levantarse, pero su cuerpo estaba frío y rígido, dejando ambas manos temblorosas. Aparte de su exclamación interna, ni siquiera podía dar un paso hacia él.
Tenía miedo de que Roland se congelara en sus brazos.
Ella también tenía miedo de que él nunca se despertara de nuevo.
El simple hecho de pensarlo hizo que a Ruiseñor le resultara difícil respirar.
Ella no había estado tan abrumada desde que recuperó su memoria.
Anna todavía era la primera en reaccionar, corriendo, se agachó y cubrió toda su herida con una masa de Fuego Negro. Comenzó a humear bajo el fuego sin luz, que emitía un zumbido. El brazo roto de Roland se chamuscó una vez que el Fuego Negro se disipó.
La sangre que goteaba se había detenido.