—¡Bienvenida a la Unión de Brujas!
En el vestíbulo, un colorido grupo de brujas de varias edades hizo un alegre brindis.
—Gracias, gracias.
Lucia sintió que sus ojos se calentaban. Respiró por la nariz y contuvo las lágrimas. Impulsivamente, ella tomó otro trago de cerveza. No era tan amargo como recordaba. Más bien, llevaba una ligera dulzura.
Después de reunirse con el Señor, Ruiseñor la había ayudado a ella y a Ring a tomar una ducha caliente y a ponerse ropa limpia. Cuando todo estuvo arreglado para su hermana, Lucía siguió a Ruiseñor de regreso a la sala del castillo. Ahí, las brujas hicieron una fiesta de bienvenida para ellas.
Era la primera vez que Lucía había visto tantas brujas, y la duda que yacía en lo profundo de su corazón finalmente se disipó. Si las brujas hubieran sido encarceladas o forzadas a ser leales, no habrían tenido sonrisas tan brillantes y vivaces.
Recordó lo que Ruiseñor había dicho: "Esta es la casa de las brujas".