—¡Pecas! —alguien gritó—¡Está herido!
—¡No lo muevas!— Brian rugió—yo revisaré sus heridas y tú sigue disparando.
Entregó su rifle a los reclutas que eran responsables de ello y se inclinó hacia los heridos. El hombre herido estaba consciente y preguntó temblorosamente: —Capitán, yo... ¿voy a morir?
Una pequeña astilla de lanza había perforado la parte inferior de su pecho y no estaba claro si había atravesado su cuerpo. Basado en su suave respiración, su pulmón no estaba herido. En su clase literaria, el príncipe había explicado brevemente las funciones de cada órgano en el cuerpo humano, así como las medidas de emergencia que deben tomarse si se lesionaban. En casos como este, la mejor manera en que podía pensar era no moverlo hasta que Nana pudiera tratarlo después de la batalla.
—¿Duele? —preguntó Brian.
Pecas asintió dolorosamente.