En la oficina, Cenizas volvió a encontrarse con Roland Wimbledon. Estaba enterrado en documentos, escribiendo. Parecía que estaba con algún trabajo. El Sol se inclinaba hacia el oeste y el cielo estaba pintado con un toque de color dorado. La luz entró por las ventanas de panel y levantó una larga sombra ante la mesa.
Cenizas esperó hasta que el príncipe dejó su pluma antes de proclamar:
—Yo gané.
Roland asintió sin dudar.
—Absolutamente, tú ganaste.
Una actitud tan directa hizo que Cenizas se sintiera un poco sorprendida. Ella había pensado que Roland iba a discutirle y no había esperado que admitiera este resultado.