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Cuando las luces de la Voluntad Divina se dispersaban, el cielo que estaba cubierto de capas de nubes oscuras recuperó su brillo.
Decenas de miles de demonios estaban a una distancia, silenciosamente presenciando la batalla de dos señores mayores.
Los pastizales que originalmente estaban allí desaparecieron, y su reemplazo fue una tierra quemada. Cada vez que la Voluntad Divina caía, era representada por una fuerza indomable. Los cantos rodados se destrozarían y los árboles se pondrían en llamas. Sus trayectorias dejarían una estela de destrucción que ni siquiera era suficiente como descripción.
Pero el inmenso cuerpo del Conquistador de Sangre estaba irrumpiendo en el relámpago dorado como si no se sintiera afectado por el daño que la Voluntad Divina le había traído. Del mismo modo, dejó innumerables huellas en el suelo- los cráteres que tenían el largo de varios metros de ancho era la obra maestra de la tremenda fuerza de la que él estaba orgulloso.