En el salón de Castillogris, Roland observó en silencio al anciano que tenía delante.
Asentado en una silla de ruedas con la cabeza llena de canas, mejillas hundidas y arrugas en la frente, el anciano se acercaba claramente a los últimos años de su vida. Pero comparado con su edad, sus ojos permanecían claros y juveniles, con el vigor de un adolescente. El monóculo que colgaba del puente de su nariz y la pajarita en su cuello le añadían un toque a su actitud. Al mismo tiempo, el anciano también estaba observando a Roland.
Roland rompió el silencio después de un breve momento mientras revelaba una sonrisa. —Realmente no fue fácil invitarte desde el Reino Amanecer. Bienvenido a la nueva Ciudad del Rey de Castillogris, Señor Banach Lothar. Debe haber sido un viaje largo y difícil para usted.
—Es un honor para mí ser recibido por el Rey de Castillogris… —El anciano bajó un poco la cabeza. —Pero puedo preguntar, ¿qué tiene Su Majestad para mí?
