El lugar de encuentro era el mismo que la vez anterior.
Hasta los asientos elegidos no diferían mucho de la última vez.
Valkries entró en la cafetería e inmediatamente notó a Roland sentado junto a las ventanas. Parecía que la floreciente ciudad humana se había formado como una extensión debajo de él, como su sombra. Esta visión le hizo tener la ilusión de que él era de la divinidad y era inaccesible.
Valkries sacudió la cabeza y dejó atrás estos pensamientos.
—Ya estoy aquí.
Ella se sentó frente a Roland.
—¿Qué quieres comer? —Valkries negó con la cabeza, a lo que Roland respondió llamando al camarero—. Si ese es el caso, entonces probaremos uno de cada cosa. Podemos hablar y comer al mismo tiempo.