—Disculpe…Perdón…¡Disculpe! —Manfeld decía, atravesando a codazos entre la multitud. Los refugiados que provocaron problemas inmediatamente pusieron sus ojos en él.
—¿Quién es este tipo? —gruñó un hombre —. Sé que no puedes esperar pero tendrás que hacerlo hasta que yo termine con ella.
Él era la persona que recién reía a carcajadas. Manfeld pronto descubrió que él era el líder de la pandilla. Era casi imposible rescatar a la mujer de las manos de una docena de pandilleros ya que no tenía armas. La única forma era vencer al líder y quitarle a la mujer cuando los demás aún estaban en shock por el caos resultante.
Manfeld extendió las manos y caminó unos pasos hacia adelante tan calmadamente como pudo y dijo: —Estoy aquí para recordarte que alguien ya ha informado a los guardias de negro. Si no corres ahora, será demasiado tarde para ti.