—¿Cómo se verá el mundo cuando Dios se haya ido? —preguntó Roland. —¿Qué obtendrás de esto? ¿Puedes abandonar el Reino de la Mente y convertirte en una entidad física?
—Para ser honesta, no lo sé—dijo Lan con una sonrisa. —Pero de todos modos, es mejor que estar presa aquí para siempre. Al menos, hay esperanzas.
Roland la miró por un rato. No había el menor indicio de inquietud en el rostro de Lan. Ella actuaba como si tomara una decisión muy simple.
Parecía que no podía sacar nada más de ella, a menos que trajera a Ruiseñor al Mundo de los Sueños. Su conversación posterior tampoco fue a ninguna parte. Cada vez que Roland preguntaba por Dios, Lan mantenía la boca cerrada y reiteraba que no podía ayudarlo con la Batalla de la Divina Voluntad.