Cuando Roland salió de su habitación a la mañana siguiente y entró en el salón del castillo, las brujas de Taquila levantaron sus brazos en una especie de saludo para presentar sus más altos respetos al rey.
—Buenos días, Su Majestad. Gracias por su hospitalidad.
—Diría que fue la mejor experiencia que he tenido en los últimos cien años.
—Estaré esperando mi próxima visita al Mundo de los Sueños cuando llegue el momento.
—¿Qué paso anoche? —Anna preguntó con curiosidad mientras miraba a las Brujas del Castigo de Dios que aparentemente aún no habían salido de sus maravillosos ensueños.
—Una fiesta suntuosa —respondió Roland sonriendo. Dido y Dawnen casi habían destrozado la mitad de la mesa y habían llenado la bolsa invisible con toneladas de delicadezas. Afortunadamente, a nadie le había importado realmente la comida que habían tomado. Si este hubiera sido un buffet común, probablemente hubieran sido expulsados de la fiesta por camareros enojados.
