Desconcertados por las palabras de su maestro, los discípulos directos de Zhang Xuan quedaron atónitos por un momento antes de darse cuenta de repente y sus rostros comenzaron a temblar.
Con voz apagada, Zhao Ya murmuró en voz baja al denso Yuan Tao, que todavía no parecía entender lo que estaba pasando, "Nuestro maestro es el Dios Conferido Rey de los Nueve Cielos..."
"..."
Hubo un momento de silencio incómodo antes de que Zheng Yang comenzara a reír con rigidez. "Jajaja, maestra. Me pregunto qué tipo de tesoro es esa hoja de loto. No lo entiendo en absoluto. Jajaja..."
Si hubieran sabido que su maestro era el Dios Conferido Rey de los Nueve Cielos, ¡nunca se habrían atrevido a alardear así!
Desde que estaban bajo su maestro, cada vez que pensaban que finalmente se habían vuelto más fuertes, su maestro los golpeaba fuertemente y los volvía a poner en su lugar.
