La Sala de los Dioses se alzaba sobre un vórtice negro, que recordaba a una roca taponando un tejado con goteras. Llevaba tiempo queriendo comprobarlo, pero debido a las limitaciones de su cultivo, no había podido acercarse a él. Sin embargo, ahora que se había convertido en un verdadero dios, aunque las fuerzas que rodeaban el vórtice negro eran aterradoras, ya no le temía.
Antes había tardado cuatro horas en salir de la Sala de los Dioses, pero esta vez sólo tardó unos minutos en llegar.
Seguía pareciendo tan grande y espléndido como antes. La niebla negra podía verse girando alrededor de la Sala de los Dioses, y si uno se asomaba al vórtice que había debajo, podía ver fisuras dimensionales en su interior.
Zhang Xuan voló hasta la cima del vórtice y sintió una energía peculiar que intentaba abrirse camino hacia él, como si intentara devorarlo por completo.
"¡Debería entrar a echar un vistazo!"