Año 9989, Día 2 del Mes de la Cosecha.
"¡Estas loco!" – grito Reus enojado. – "¡Es una pésima idea! Una muy estúpida."
"Sí, aunque me cueste admitirlo, por primera vez estoy de acuerdo con este idiota, es peligroso y estúpido lo que intentas hacer Luciel." – dijo Mía.
"…" – Tom asintió.
Luciel no dijo nada, seguía tomando todas sus cosas que se llevaría con él, poniéndolas en una mochila que Tom hace tiempo le había regalado, y las demás poniéndolas en un saco, también tomando todo su dinero ahorrado para realizar algunas compras para obtener lo que le faltase.
"Ya te has decidido por completo, ¿Verdad?" – preguntó Alec que se encontraba leyendo. – "No piensas dar marcha atrás."
Luciel entonces paró lo que hacía, miro a Alec y a los demás, sonrió por un leve segundo al sentirse feliz de notar que él era importante para ellos, que ellos se preocupaban por él, y entonces él dijo firmemente: "Así es, no daré marcha atrás."
"¡Eres idiota!" – gritó Reus.
"¿Por qué?" – preguntó Mía.
"…" – Tom tampoco lo entendía.
"¡Silencio!" – gritó Alec, callando a Reus y Mía, mientras que Tom veía un poco de té tranquilamente.
"¡Alec!" – Reus miró a su líder de equipo, a su amigo, a la persona más grande en cuestión de edad en este momento, y quien era el más sabio de todo Unity.
"¡Hazle entrar en razón!" – Mía dijo con lágrimas en los ojos, preocupada por la decisión que había tomado Luciel, y rogando que Alec hiciera algo para que Luciel se diese cuenta que la decisión que había tomado era estúpida, era un suicidio prácticamente.
En ese momento, Tom puso su mano derecha sobre el hombro derecho de Alec, y con solo su mirada, Alec entendió que Tom le decía que no importase la decisión que él tomase, él estaría de acuerdo con él.
Alec dejo a un lado el libro que estaba leyendo, y puso su mano derecha sobre su cabeza mientras movía su pelo frustrado, y después de dar un suspiro, se acercó a Luciel.
"Sabes que no podemos acompañarte, ¿Verdad?"
"Lo sé."
"¿Sabes qué es posible que mueras?"
"Sí." – dijo Luciel.
"¿Sabes qué puedes estar cometiendo el mayor error de tú vida?"
"Lo más probable, pero… creo que nunca superara al error que cometí aquel día cuando hui, el día en que deje a Don Armando morir." – dijo Luciel con firmeza y sin duda. – "Por lo que no importa que tan peligroso sea, o lo estúpido que soy al decidir hacerlo, lo tengo que hacer, sin importar qué."
"Ah…" – Alec volvió a suspirar, y simplemente dio la vuelta, tomó su libro y comenzó a caminar hacia las escaleras que llevaban al primer piso.
"" ¡Alec!"" – tanto Reus como Mía no entendían la decisión que había tomado Alec, o porque decidió irse.
Alec se detuvo por un momento antes de subir por las escaleras, y solo dijo: "Más vale que vuelvas sano y salvo." – y una vez dijo eso, él subió las escaleras.
"Alec…" – Mía no entendía en como él podía dejar a Luciel irse, era peligroso, y, aun así, decidió dejar que el joven siga con su decisión.
"…" – Reus de la misma manera, no entendía porque Alec tomó tal decisión.
Tom, sonrío, y asintió con la cabeza al oír las palabras de Alec, por lo que se acercó a Luciel, y con sus dos manos cargo a Luciel por un segundo para después darle un abrazo, y luego que lo volvió a dejar sobre el piso al joven chico, Tom finalmente habló por primera vez en meses.
"Suerte Luciel, cuando vuelvas, experto verte como alguien más fuerte que nosotros, espero poder ver el tipo de hombre en el que te convertirás." – y diciendo esas palabras, Tom se marchó de allí también.
"Tom…" – Reus se sorprendió al oír a Tom hablar tanto, era la primera vez que le oía decir demasiadas palabras.
"¿Por qué?" – y Mía no tuvo más opción que aceptar lo que sucedía, obteniendo algo de calmar, y abrazando al joven. – "No te atrevas a morir antes que nosotros pequeño idiota." – dijo ella mientras le dio un beso en la frente y también se marchaba de allí.
"¿Mía? ¿Qué demonios?" – Reus se sorprendió una vez más por la forma en que Mía se marchaba también de allí, respetando la decisión de Luciel.
"Lo siento Reus." – dijo ella mientras se acercó a Reus por un momento. – "Él ya lo ha decidido, y ni siquiera Alec pudo detenerle… la única persona que puede… lastimosamente ya no está con nosotros…" – y sin más que decir, ella subió al primer piso.
Reus se quedó en medio de la habitación, enojado, sintiendo impotencia y un poco de decepción por la elección de sus amigos.
"Yo… yo… ¡Yo no quiero que te vayas Luciel!" – gritó Reus que se acercó a Luciel y puso sus manos sobre los hombros del joven terrícola. – "Eres todavía muy joven, pero estoy seguro de que una vez te puedas unir al gremio, y entrenas duro, algún día…"
Reus no pudo seguir hablando, las palabras se quedaron estancadas en su boca, pues sus ojos veían claramente el rostro lleno de determinación de Luciel, los ojos que mostraban su convicción de realizar lo que ya había decidido, vio en el rostro de Luciel algo que antes no le había visto, y al ver el rostro de Luciel, Reus entendió que no había nada que él o alguien más pudiesen hacer para cambiar de parecer al joven.
"Maldita sea, idiota… ¿Por qué hasta ahora haces esa cara?" – Reus decía entre lágrimas. – "¡Demonios! Más… ¡Más vale que regreses con nosotros!" – y al decir eso, Reus abrazo al joven de Luciel. – "Aún tienes mucho por lo que vivir, tienes mucho que experimentar y conocer… ¿Entendido?"
Y, una vez dicho eso, Reus se marchó de allí rápidamente, dejando a Luciel solo, quien ahora que estaba solo y después de oír todas las palabras de ellos, Luciel no pudo evitar llorar.
"Sí… Sí… ¡Volveré! ¡Lo prometo! ¡Regresaré algún día!"
Cuando él finalmente paró de llorar, siguió guardando sus cosas, y cuando terminó, subió, encontrándose con Doña Julieta, su familia, y, con Jared y Judith.
"Me han dicho que planeas irte." – dijo Doña Julieta acercándose al joven terrícola. – "¿En serio planeas ir a ese lugar? ¿En serio planeas busca a esa leyenda?"
"Así es." – dijo Luciel, quien comenzó a temblar un poco, aun se le hacía difícil estar en frente de la familia de Don Armando, pues aun se seguía sintiendo culpable por lo sucedido.
"Don Armando te apreciaba mucho." – dijo ella con una sonrisa mientras comenzaba a llorar al recordar a su esposo, un hombre al que ella consideraba mal hablado, testarudo y gruñón, pero que al mismo tiempo era amable, leal, honesto y de un gran corazón, un gran hombre quien logró hacerla feliz durante décadas, y aunque ahora ya no estaba aquí, al lado de ella, los recuerdos de todos esos momentos que pasaron junto estarían en el corazón de ella para siempre.
"Yo…" – Luciel no podía responder.
Julieta puso su mano derecha sobre la mejilla izquierda de Luciel.
"No es tú culpa, ya te lo dije, ni yo ni nadie en esta familia, ni siquiera Don Armando, te culpamos por lo que sucedió."
"…" – Luciel no dijo nada, solamente cerró los ojos, tratando de recordar el rostro de Don Armando, el rostro cuando sonreía cuando le contaba historias de su pasado, cuando él recordaba esos momentos inolvidables de su juventud.
"No lo olvides Luciel, tú eres parte de esta familia, y siempre será así." – dijo ella. – "No entiendo la razón por la que has escogido realizar tal viaje tan peligroso, pero lo veo en tus ojos, y veo que no hay nada que yo pueda decirte para que te quedes."
"…"
"Cuídate, hijo."
"… Sí." – dijo Luciel con una sonrisa en su rostro.
"¿Cuánto te marchas?" – preguntó Jeremy que se acercó.
"Mañana." – dijo Luciel.
"Es muy pronto." – dijo Billy triste.
"Lo sé, pero… necesito… tengo que hacerlo." – dijo Luciel sin dudas en su corazón.
"Entonces, tienes que ir bien preparado." – dijo Susan.
"¡Sí!" – dijo Jared que se sintió algo incomodo al oír la conversación entre Luciel y Doña Julieta. – "Sé de algunas herramientas que podrías ocupar."
"Yo también puedo ayudar." – dijo Judith.
"Gracias." – dijo Luciel. – "Ojala me alcance con el dinero que tengo."
"No te preocupes, sí llega a hacerte falta algo, yo lo pago." – dijo Susan.
"No puedo…"
"Lo siento, pero es mi decisión." ��� dijo Susan.
Esa tarde Luciel junto con los demás compraron todo lo que él pudiese necesitar en su viaje.
Y, al anochecer, Luciel fue a la Posada de María, a despedirse de Fred y su familia.
María le dio un abrazo fuerte, Fred y Eren que cuando volviera les contaría sobre su viaje, y Ron le dio una bolsa con algo de alimento para hoy, y algo de carne seca para el viaje. Y con una sonrisa, la familia abrazó a Luciel y se despidieron del joven.
Año 9989, Día 3 del Mes de la Cosecha.
Luciel vio por una vez más el sótano en donde durmió por más de dos años, dejando la daga, el libro negro, el libro de medicina y el saco con la mayoría de las pastillas, hierbas e ingredientes, y algunas otras cosas que no le servirán para el viaje.
"Todo gran cambio comienza con una pequeña decisión, sin importar lo qué suceda, no debo de arrepentirme, sin importar que tan difícil sea, no debo de detenerme, debo de lograr mi meta, debo de llegar hasta donde él esta." – dijo Luciel que vio una vez más su cuarto, y entonces subió.
Arriba Doña Julieta era la única persona que se encontraba allí.
"Llego la hora, ¿Verdad?" – Doña Julieta miró a Luciel.
"Sí." – dijo el joven que se llevaba consigo dos mochilas, una detrás y otra enfrente. – "No se preocupe, no iré a morirme, iré para obtener un cambio, para obtener el poder que necesito."
"Lo entiendo, aunque deseo con toda mi alma detenerte, mi corazón me dice que debo dejarte ir."
"Gracias."
"Toma." – ella le entrego una vieja capucha. – "Esta solía ser la capucha de Armando, puede que te quede algo grande, pero te abrigara por el viaje."
"Yo… ¿Está bien dármela?"
"Claro, él hubiese querido que así fuera." – dijo Doña Julieta.
"Yo…" – Luciel tomó la capucha de color rojo, algo vieja y usada, pero que seguía en buenas condiciones, y al acariciarla, él tembló un poco, pensando sí esto era lo correcto, por un momento él dudó, pero entonces, recordó la verdad que había aprendido por el sacrificio de él.
'El fuerte sobrevive, el débil muere, el fuerte rige, el débil vive esclavizado, el fuerte puede hacer lo que quiera, el débil vive con miedo… sí, debo de irme.' – y una vez pensó en esas palabras, Luciel tomó la capucha, poniéndosela de inmediato y volviendo a ponerse las dos mochilas, totalmente listo para su viaje.
"Gracias." – dijo Luciel.
"Cuídate mucho hijo."
"Sí… yo… yo volveré." – dijo Luciel.
"Te estaremos esperando." – dijo Doña Julieta. – "Recuerda, este siempre será tú hogar."
"Sí…" – y con esas palabras, Luciel se marchó.
Y, Doña Julieta vio al joven irse, mientras pensaba en su marido.
"Allí va, Armando, lo siento, pero no había forma en que yo pudiese detenerle… estoy segura… que él regresará."
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En la única entrada y salida del pueblo, Evans se encontraba allí, impidiendo a Luciel que siguiera su camino.
"Evans, ¿Qué haces?" – preguntó el joven terrícola que no entendía lo que el guardia que una vez casi le traumo de por vida hacía.
"No te dejaré irte." – dijo Evans seriamente.
"¿Eh?"
"Reus, el día de ayer en la noche me contó todo sobre tú estúpida decisión de marcharte ir entrar a ese lugar, no dejaré que vayas a ese lugar, es un maldito suicidio." – dijo Evans. – "En especial para alguien como tú, tan débil como un bebe."
"Evans…"
Luciel notaba la preocupación en la voz y rostro de Evans, y aunque eso le hizo sentirse feliz, no había forma de que él se detuviera aquí.
"No te iras."
"Gracias por tú preocupación, pero, ya me he decidido, y no hay nada ni nadie que me haga cambiar de opinión." – dijo Luciel.
"No me importa, sí es necesario darte una paliza para que te quedes, lo haré, si es necesario amarrarte a una silla durante días, lo haré, no dejaré que te marches Luciel." – dijo Evans. – "Yo… yo también perdí a alguien querido por culpa de unos malditos bandidos, comprendo parte de tú dolor Luciel, y por eso, ¡No dejare que te vayas!"
"Evans… por favor."
"Hace tiempo perdí a mi padre Luciel, y hace unos días perdí a muchos amigos, y creedme, no pienso perder a un amigo más, y menos aún de una forma tan estúpida."
"Evans…"
Luciel sabía que sí Evans lo quisiese, podía detenerle fácilmente, dejarlo inconsciente y amarrado a alguna silla, por lo que no sabía que hacer, pero en ese momento, Kyle y el Vicecapitán Glover aparecieron.
"¡Evans!" – Glover, la primera persona de este mundo con la que Luciel entablo conversación se acercó a Evans. – "Deja que el ciudadano Luciel se marche."
"¿Señor?" – Evans no podía creer lo que oía.
"Nosotros no podemos impedir que un ciudadano se marche sí así lo desea."
"¡¿Pero…?!"
"Además," – Glover miró a Luciel. – "nuestro joven amigo ya ha tomado una decisión, y debemos de respetarla."
"Yo…"
"Es una orden Evans." – dijo Glover seriamente.
"¿Señor?... yo… ¡Ah!" – Evan gritó. – "Está bien." – y se hizo a un lado mientras agachaba la cabeza con tristeza.
Glover sonrió un poco, y Kyle puso su mano derecha sobre el hombro izquierdo de su amigo y dijo: "Está bien."
Glover entonces se acercó a Luciel, y lo miró fijamente.
"Espero volver a verte pronto." – dijo Glover. – "Y está vez no olvides en enseñarme tú Tarjeta de Identificación y sin mostrarte tan nervioso."
"Señor Glover…" – Luciel sonreía algo avergonzado al recordar su primer día en este mundo.
"Suerte en tú viaje Luciel." ��� dijo Kyle.
"Hm, no mueras… idiota…" – dijo Evans.
"Vuelve Luciel, por favor." – dijo Glover.
"¡Sí!" – dijo Luciel mientras asentía con la cabeza, y entonces, después de mucho tiempo, desde los eventos de la Plaga de los Cien Días, Luciel salió del Pueblo de Esperanza, y comenzó a alejarse del sitio donde ya había vivido por más de dos años.
"Cuídate." – dijo Glover mientras veía al joven terrícola marcharse.
"¿Esta bien esto?" – preguntó Kyle, Evans también se preguntaba lo mismo.
"Sí, inclusive Doña Julieta y los otros terrícolas dejaron que él se marcharse, entonces, no veo motivo alguno por el que nosotros no hagamos lo mismo." – dijo Glover mientras una lágrima salía de su ojo derecho. – "Solo espero que nada le pase." – dijo el Vicecapitán, que no pudo evitar encariñarse por ese joven tímido pero honesto, nervioso pero atento, un joven que siempre le saludaba con una enorme sonrisa.
Los tres guardias veían al joven marcharse, el primer terrícola que conocieron, y también la primera persona que conocieron que tuviera el valor de hacer lo que él estaba a punto de hacer, una completa locura pero que no cualquiera se atrevería a hacer, en especial alguien inmensamente débil como él.
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Después de caminar algunos kilómetros, Luciel se encontraba frente al primer obstáculo y gran reto de su viaje.
"El Gran Bosque Oscuro, el primer paso para llegar a con el Viejo Ermitaño." – dijo Luciel que entonces tragó algo de saliva nervioso, pero que con firmeza se preparaba para irse.
"Pueblo de Esperanza." – él vio por una vez más el poblado donde vivió por más de dos años, en donde conoció a gente muy importante para él. – "Volveré." – y una vez él dijo eso, sin dudar por un segundo, él dio su primer pasó dentro del enorme bosque, una de las cinco zonas prohibidas, sin saber lo que le depararía allí dentro.